sábado, 3 de marzo de 2012

Se lo debemos a Mika

(Habida cuenta que se trata de una carta personal, ha sido publicada con la previa autorización y con el expreso deseo, tanto del destinatario como del remitente)

Querido Arnold Etchebehere:


He leído tu correo rebotado con las palabras encendidas, y no faltas de razón, de una amiga tuya.

He acabado de leer "La Capitana"; lectura que acometí con interés, y francamente me esperaba otra cosa. Creía que la autora había conocido personalmente a Mika y no fue así. Pero tampoco sus pesquisas documentales ayudan a construir su biografía.
Elsa Osorio ha tenido acceso a los cuadernos de notas de Mika que le pasaron los amigos de París y ha recabado testimonios que podrían haber sido muy valiosos pero que, desde mi punto de vista, han sido desaprovechados. Se ha ido por las ramas. Digamos que ha podido más el esteticismo, es decir, la voluntad de hacer una 'obra´ (novela), que la de reconstruir un pedazo de Historia. El resultado es un texto superficial que aporta muy poco sobre lo ya sabido y publicado de Hipólito y Mika. Los capítulos que relatan la vivencia de Mika en la guerra civil están prácticamente calcados de sus memorias, como todo lo relativo al periodo de Berlín, reproducido de la crónica de Juan Rústico. Es decir, no dice nada más -o muy poco y escasamente relevante- de lo que ya habían narrado Hipo y Mika. Recuerdo que transcendió hace tiempo cierta polémica a propósito de un caradura que pretendía justificar el plagio como interliteralidad o con un neologismo parecido. No quiero decir que sea el caso de Elsa Osorio, pero esperaba que los capítulos sobre Mika en la guerra, como el resto de la biografía, tuvieran más enjundia.

Por otro lado, en lo que hubiera sido una aportación novedosa: los capítulos nutridos de los testimonios, predomina lo anecdótico; lo cual, a pesar de las buenas intenciones de la autora en cuanto a identificación con la biografiada y su experiencia vital y política, acaba por trivializar el relato y el propio retrato de Hipo y Mika. La apasionada relación de la pareja, los rasgos de carácter de ambos, etc., quedan reflejados al principio de la obra y no sé hasta qué punto pueden resultar innecesariamente reiterativos a lo largo del libro. Desde luego, esos aspectos íntimos, personales, dan juego en cuanto a la dimensión novelesca del relato, pero trivializan el resultado, en cuanto al rigor historiográfico, precisamente por el peso que adquiere en el conjunto el componente melodramático. Tengo mis dudas sobre la viabilidad de la narración novelada de episodios históricos, y muy especialmente, cuando se trata de figuras y momentos históricos tan complejos como los que resumen la experiencia vital de Hipo y Mika. Por decirlo en pocas palabras, me pregunto hasta qué punto la técnica de la novela contribuye a la falsificación o tergiversación del hecho histórico o de la vida de alguien, independientemente de las buenas intenciones de quien acomete el relato. Eso sin contar con la utilización de recursos propiamente novelescos, como algunas descripciones, detalles, circunstancias, etc., que no contribuyen en nada sustancial a la dimensión documental, testimonial, de la biografía y que, sin embargo, pueden inducir equívocos, ficciones y ambigüedades donde se mezclan realidad y verosimilitud. Lo que es muy legítimo en el relato novelado no lo es, en mi opinión, en el historiográfico. Además, esa vía de la ficción historiográfica de un acontecimiento o de alguien que se halla en el ámbito de lo histórico y fehaciente, entraña servidumbres que tienen que ver con la industria y el negocio editorial y que, a fin de cuentas, inciden sobre la obra en un sentido distorsionador. Me refiero a algunos episodios y personajes (Ethelvina, Jan Well/Kolzov o l'affaire Ilse/Hipo, por ejemplo). Son pasajes que, sin duda, responden a necesidades del producto, a facilitar su viabilidad en el mercado, como cualquier editor profesional sabe y recomienda. Pero se trata de recursos manidos, tópicos del género, trucos de mercadeo, en fin, si bien hay que reconocer que Elsa Osorio ha tenido la precaución de no cargar las tintas en ese aspecto.

Como la propia Elsa Osorio reconoce, la problemática de la guerra civil española, el POUM, la represión estalinista, el trotskismo, etc., entrañan una complejidad que supera sus posibilidades y eso se nota, desgraciadamente, en el texto, no porque incurra en errores de bulto o afirmaciones descabelladas, sino porque no aporta nada sustancialmente nuevo en lo que se refiere a la biografía de Mika y su tiempo (su contexto). Es decir, a mi modo de ver, se nota demasiado el déficit historiográfico; y si es debido a que Elsa Osorio considera que no hay mucho más que decir, entonces tendría que haberlo explicado ya que ha tenido acceso a documentos y testimonios hasta ahora inéditos.

Con todo, es una lástima que el trabajo de investigación desarrollado por Elsa Osorio no le haya permitido llenar al menos algunos de los ¿vacíos? biográficos de Mika. Por ejemplo, nos habla en diferentes pasajes de reuniones, discusiones, pero apenas sabemos algo, y de forma muy genérica- del contenido de esas discusiones y disensiones; de cuáles eran las actividades, relaciones, opiniones de Mika durante los años posteriores a la guerra civil; de cuál su evolución política.
Se echa de menos la indagación entre los testimonios acerca de con quiénes se relacionaba, más allá de los nombres mencionados, -e incluso con éstos (Cortázar, los surrealistas, etc.,)-, cuáles eran sus discusiones; si había intentado contactar en el exilio con algunos de sus antiguos compañeros de armas (Mera, exiliados del POUM, etc.) y, tanto si lo hizo, como si no, por qué, qué seguimiento hizo de la dictadura franquista, etc. Tampoco indaga en la discrepancia existente, a propósito de su liberación, entre las memorias de Mera y las declaraciones de la propia Mika en una grabación.

En fin, después de leer La Capitana tampoco se me despejan las dudas que tenía acerca de qué hizo Mika en los casi dos años que permaneció en España, desde que se "sumerge", después de su detención, hasta el final de la guerra, (¿estuvo realmente refugiada en el Liceo Francés durante todo ese tiempo?, ¿se mantuvo adscrita a la Brigada Mixta 70 hasta los días de la Junta de Casado?), ¿y su vida político-social en París hasta su muerte?, ¿cuáles fueron sus opiniones al hilo de la actualidad?, etc. A lo mejor la correspondencia tuya con Mika puede arrojar alguna luz al respecto.
Por supuesto, habrá quien se consuele con que quizás esta obra despierte el interés por Mika, Hipo y sus actividades, y por su significado en la lucha. ¡Ojalá¡, aunque siempre queda esa cuestión de fondo de la que autores, editores y demás actores del mercado cultural no quieren darse cuenta: que la forma es el fondo, que el tema determina la forma. Y en este caso, la forma novelesca no se ajusta a un tema que creo exige otro tratamiento. Quizás habría sido mejor si hubiera seguido el consejo de su amigo, cuando le decía que escribiera ya, sin más indagaciones, un relato de ficción. Creo que habría sido mejor si hubiera inventado un personaje, atribuyéndole las características y circunstancias de Mika, pero sin la pretensión biográfica, testimonial.

Por otro lado, hay una buena noticia. He hablado con el editor de Pepitas de Calabaza y está interesado en hacer una nueva edición de las memorias de Mika. (En realidad, el único que tiene legalmente los derechos sobre la obra).¿Qué te parece? Crees que vale la pena que lo incite a que tire para adelante con la idea de hacer una nueva edición, ampliada con fotos, la carta de Cortázar y otros documentos. Por mi parte, me comprometo a ampliar la nota biográfica que hice para la edición de Alikornio con los hallazgos que, por lo visto, Elsa Osorio no ha encontrado o no ha tenido en cuenta. El editor vendrá dentro de unos meses a Barcelona y quiere que preparemos la edición a partir del material de que dispongo. Por supuesto, en su momento, una vez hecha la selección del material, te lo comunicaré pues tú tienes la última palabra. Pero, bueno, ya lo iremos hablando. Por el momento, salud y un fuerte abrazo.

Carlos García

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