miércoles, 18 de abril de 2012

Ghetto de Varsovia: nuestra memoria con los sitiados insurrectos

El ghetto de Varsovia fue establecido por las tropas nazis que ocuparon Polonia en octubre de 1940. Durante los 3 años de existencia se estima que de las 400.000 personas que lo habitaron, fueron reducidas por deportaciones a campos de exterminio, por asesinatos y fusilamientos, a 50.000. Pero en ese rincón de Varsovia, en ese territorio hostigado, acosado y atacado, tuvo lugar una de las primeras revueltas masivas contra la ocupación nazi: el levantamiento se inició el 19 de abril de 1943.

Polonia era una parte más de los distintos países y territorios donde se libraba el espanto de la guerra. El Partido Socialista Polaco protestaba enérgicamente contra los persecuciones, y resistentes polacos ayudaron a los sitiados, tanto entrando en el ghetto como proporcionando medicamentos y armas. Se conformó el Comité de Ayuda a los Judíos, en el que se coordinaban varias organizaciones, incluso el comité de justicia del gobierno civil clandestino polaco, emitió varios decretos y condenas a muerte a quienes delataran o entregaran judíos a las tropas nazis. La población polaca sufría asimismo de los peligros y la represión que ejercían el ejército ocupante. La eliminación de los colaboradores con los nazis, se hacía saber mediante octavillas y carteles, y, junto al nombre figuraban los motivos de la condena.

Los gobernadores alemanes en Polonia, trasladaron al barrio judío de Varsovia, judíos de otros distritos y poblaciones cercanas. Inicialmente el perímetro fue cercado con alambres de púas y posteriormente levantando un muro de 3 metros de altura y 18 kms. de largo…

El ghetto era parte de la cadena de terror y destrucción de la política nazi. Dentro de los muros del ghetto, de acuerdo a la documentación recuperada, a los testimonios de los sobrevivientes, y la difusión que se expandía fuera del mismo, desde los primeros pasos del aislamiento, se iniciaron también caminos de resistencia.

Bajo el lema vivir con dignidad y morir con dignidad, y con una ajustada organización social, se trató de dar cabida a las múltiples necesidades de sus habitantes. Así funcionaba una biblioteca central, consultorios médicos, un instituto clandestino, un círculo dramático, se organizaban recitales poéticos, conciertos; obras de teatro y exposiciones de arte.

La vida cultural incluía periódicos clandestinos, que eran editados en polaco, en hebreo y en yidish. Se realizaban asimismo, ceremonias religiosas, tanto en lugares abiertos como en las casas de los rabinos; llamativamente había una iglesia construida para los judíos convertidos al catolicismo; se distribuían noticias del frente, había un receptor de radio; a pesar de todos los obstáculos se celebraban fiestas obreras, los comités de inmuebles ubicaban a los que llegaban según las urgencias, pero también construían refugios y planificaban la compra de armas. Se construían pasadizos y subterráneos secretos, se colocaban minas, etc. Es de destacar la labor de archivo de la documentación de los que vivieron en el ghetto, encontrándose numerosos ensayos, trabajos escolares, colecciones de arte, recetas, entradas de teatro, periódicos clandestinos, cartas, diarios personales, etc. Esta documentación fue escondida en tres partes distintas de las que se recuperaron dos.

En todas y cada una de las actividades trataba de rescatarse la vida frente al hambre, a las enfermedades, a los ataques nazis…

En diciembre de 1942 se llegó a un acuerdo entre las diversas asociaciones. Así la resistencia judía clandestina se agrupó en dos organizaciones, por un lado, la Organización Judía de Combate, y por otro, el Comité Judío de lucha, un bloque antifascista, para preparar la respuesta por la vía armada.

La dificultad de conseguir armas generaba actos de heroísmo indescriptibles. Las batallas desproporcionadas cuerpo a cuerpo, con bombas de fabricación casera, la lucha de guerrilla, la resistencia en las cloacas…

Tres semanas de titánica lucha que acabó con la derrota de la resistencia, fueron incendiadas todas las casas y los nazis dinamitaron la sinagoga Tlomacki como signo del fin de la existencia del ghetto de Varsovia. Según los datos del jerarca nazi Stroop, informaba que tras el levantamiento 56.065 judíos fueron capturados durante los días de enfrentamiento y 631 búnkeres destruidos; entre 5.000 y 6.000 judíos murieron en combate, 7.000 fueron fusilados y otros 7.000 fueron deportados a campos de exterminio..

Estimaciones posteriores puntualizaron que también murieron 300 soldados alemanes.

Hasta aquí un relatoría memoriosa posibilitada por las voces que no sólo atravesaron el muro, atravesaron fundamentalmente el olvido y la manipulación.

Y llegados hasta aquí, la indignación por aquella barbarie nazi aún perdura porque con iguales tácticas de separación, aislamiento y cerco, se extiende un nuevo muro de la vergüenza que aísla Cisjordania y Gaza deparando a la población palestina, perjuicios inauditos. Han establecido el recurso perverso del apartheid contra los palestinos que son avasallados a vivir en un cárcel territorial impuesta por el sionismo negacionista de los derechos históricos de un pueblo, que con similares sufrimientos y esperanzas, encara un combate desigual, como antaño lo hicieran los resistentes de Varsovia.

El periódico del BUND (partido socialista judio antisionista) llevaba en su cabecera la consigna “Por nuestra libertad y por la vuestra”; y tenemos la absoluta convicción que en la misma contenía y contiene toda resistencia contra la injusticia y el oprobio.

Por todo lo anterior, también como miembros de IJAN, Red Internacional Judía Antisionista, queremos en estas líneas rendir un homenaje sin exclusión, a todos los inolvidables combatientes del ghetto de de Varsovia, y en especial a todos aquellos omitidos de la historia construida por sionismo.

Y porque esta historia no conoce aún un final digno en tanto y cuanto continúe el plan de exterminio del Estado de Israel sobre el pueblo palestino, cerramos provisionalmente estas líneas con Marek Edelman, (fallecido en esa ciudad en octubre 2009) adjunto de la insurrección y uno de los sobrevivientes del ghetto de Varsovia, quien declaraba “Es en Israel donde nuestro recuerdo corre peligro de perderse”.

IJAN-España

(Red Internacional Judía antisionista)

viernes, 6 de abril de 2012

La carta de Dimitris Christoulas

Esta es parte de la carta encontrada en los bolsillos del anciando que puso fin a su vida en plena vía pública frente al parlamento griego:

“El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir.

Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussollini en 1945″.