lunes, 27 de junio de 2011

Profesora sancionada por llevar camiseta Escuela pública


La comunidad educativa de Vallecas denuncia la sanción a una profesora por llevar una camiseta y anuncia movilizaciones

La Comunidad educativa de Vallecas, viene desarrollando un movimiento de defensa de la Escuela Pública y en contra de los recortes de la administración bajo el lema de Vallecas no se calla, y quería manifestar su rechazo a la sanción impuesta a una orientadora del IES Arcipreste de Hita.

Una funcionaria de la Enseñanza Pública en el desempeño de sus funciones ha sido sancionada con un apercibimiento por el Director de Área Territorial Madrid-Capital, Bonifacio Alcañiz, a petición de un inspector de la zona y, a su vez, a propuesta de la directora del centro privado-concertado Liceo-Cónsul.

La “razón”: llevar una camiseta verde con el lema: “Escuela pública de tod@s para tod@s”, durante la aplicación de la prueba de CDI de 6º de primaria en dicho centro y que “ha ofendido” a la dirección de dicho centro.

La Plataforma por la Escuela Pública de Vallecas, que representa al profesorado, familias y alumnado de la zona, denuncia la represión emprendida por la Consejería de Educación con el ánimo de intimidar a quienes defienden la educación pública.

Proclamamos como ciudadanos nuestro derecho a llevar dicha camiseta en base a la libertad de expresión que nos ampara. Denunciamos el abuso de autoridad y el proteccionismo cada vez menos encubierto de la Administración Educativa a los centros privados-concertados (sostenidos con fondos públicos) en detrimento de los centros públicos.

En vez de estas prácticas contra la libertad de expresión del profesorado, debería dedicarse a asegurar el cumplimiento de la legislación educativa. Especialmente en relación al artículo 87.1 de la LOE, que obliga a una escolarización equilibrada de alumnado con necesidades educativas especiales entre centros públicos y concertados, sostenidos con fondos públicos, algo que incumplen clamorosamente.

La inspección debería vigilar el cobro de “cuotas voluntarias” a las familias en estos centros, cuando la educación debe de ser gratuita. El colegio en cuestión, ha sido denunciado repetidas veces ante la Comisión de Escolarización de Vallecas, por familias del mismo presionadas por la exigencia del pago de cuotas en teoría voluntarias. Hecho bien conocido por la Inspección. Sin embargo, es ahora cuando actúa.

La profesora sancionada realizaba la prueba de CDI, que está siendo utilizada para establecer clasificaciones en los centros por parte de la Consejería, contraviniendo la prohibición legal expresa de hacerlo a pesar de las denuncias y quejas de instituciones como el Defensor del Pueblo.

Por último, exigimos la anulación inmediata de la sanción y nos movilizaremos para ello.

Vallecas, 15 de junio de 2011

viernes, 17 de junio de 2011

Acoso sobre el movimiento 15-M; por Carlos Taibo

En el transcurso del último mes el movimiento 15-M ha sido objeto de dos grandes operaciones de acoso articuladas en los circuitos de poder político, económico y mediático. La primera, ya concluida, tuvo como objeto transmitir una imagen del movimiento que hacía de éste una simpática fiesta de jóvenes enfadados que poco más pedían que unas cuantas palabras de comprensión del lado de nuestros magnánimos dirigentes. La dimensión de contestación frontal de un sistema infumable, que estaba claramente presente en los cimientos del movimiento, parecía no existir a los ojos de los portavoces del orden establecido. Si algunos de ellos han llegado a decirnos que esos jóvenes airados no hacían sino volver a poner sobre la mesa el programa que Rodríguez Zapatero había promovido, para después olvidarlo, en 2004 --cuánta estulticia concentrada en un solo argumento--, en los últimos días ha corrido por ahí una hilarante publicidad de la Fundación Alternativas --uno de sus patronos es ese trilero de la política llamado Felipe González-- que nos recuerda que desde esa institución ya se habían propuesto alternativas objetivas a la indignación… Entre ellas, cabe suponer, la de reclamar que en adelante se prohíba que un ex presidente del Gobierno pueda cobrar sumas ingentes de dinero de inmorales empresas privadas del sector energético.

La segunda ofensiva se ha desplegado con singular fuerza en los últimos días. Tengo delante un ejemplar del diario El País del jueves 16 de mayo, el día siguiente al de los hechos que se sucedieron en los alrededores del parlamento catalán. Lo más normal que hay en unas páginas inundadas de intoxicación y dobleces es la pastoral sugerencia de que no puede confundirse el todo de un movimiento pacífico con la parte de unos presuntos manifestantes entregados a la violencia. Interpreto esas páginas como una declaración de guerra contra unas gentes que, tras demostrar sobradamente que van en serio y que tienen cuerda para rato, han empezado a resultar inevitablemente molestas.

Creo que en estas horas, y a la vista de lo que recogen varias filmaciones que han corrido por ahí, no hay motivo para la duda en lo que se refiere a la presencia de provocadores policiales en muchas concentraciones y acampadas. Pero, más allá de ello, me resulta imposible dejar de lado lo que ya sabíamos gracias a lo ocurrido al calor de muchas de las manifestaciones que, en los últimos años, han contestado la miseria de la globalización capitalista. Esos lamentables medios de incomunicación que padecemos concentraban su atención en el apedreamiento del escaparate de unos grandes almacenes para, consciente y pundonorosamente, olvidar todo lo demás. Y entre todo lo demás que olvidaban estaba, claro, la violencia constante que caracteriza a los sistemas que padecemos: la de muchos empresarios sobre sus trabajadores, la de tantos varones sobre sus mujeres, la de nuestros policías sobre los sin papeles, la que todos desarrollamos contra la naturaleza y, por dejarlo ahí, la que asume la forma de genuinas guerras de rapiña encaminadas a privar de recursos básicos a los pueblos más pobres. Hoy como ayer este culpable y llamativo olvido merece nuestra repulsa más enérgica, que no podemos hacer otra cosa que trasladar a tantos profesionales del periodismo que, con toda certeza, podrían hacer mucho más de lo que hacen.

Tengo que prestar atención, por lo demás, a un episodio singular: lo que ocurrió con Cayo Lara, una persona respetable, en la mañana del miércoles 15, con ocasión de una concentración que, en Madrid, permitió frenar un desahucio. El País, el inefable El País, tituló así la noticia correspondiente: ‘Un desahucio menos, una agresión más’. Un indicador sólido del nerviosismo que acosa a los circuitos oficiales lo aporta, por cierto, el hecho de que El País acuda en presunta defensa del coordinador general de Izquierda Unida. Quién te ha visto y quién te ve. Malo es que haya quien prefiera ignorar lo que ocurrió: nadie reprochó a Lara que estuviese presente en la concentración que me ocupa. ¡Faltaría más! Los reproches --y lo que el sistema entiende que es un reprobable acto de violencia: le arrojaron agua al afectado-- surgieron cuando Lara no apreció problema alguno en responder a las preguntas que le realizaban los periodistas. Nuestros dirigentes políticos, incluidos los más sensatos, no parecen percatarse de que las cosas están cambiando rápidamente y de que al militante de a pie --no hay otro-- del movimiento 15-M le repugna que alguien se arrogue la facultad de representarlo. Hay quien dirá, claro, con argumento nada despreciable, que buena parte de la culpa de lo sucedido corresponde, una vez más, a los periodistas, que al parecer sobreentienden que nada de interés pueden decir los ciudadanos comunes y que, de resultas, se impone dar la palabra a un responsable político o a un santón intelectual. La orgullosa vena libertaria del ’no nos representan’ saltó como un resorte afortunado. Y lo hizo de tal manera que no me cabe duda de que Cayo Lara ha tomado buena nota.

Sólo me queda enunciar una firme convicción: la de que también en este terreno nos adentramos en un mundo diferente del que hemos conocido durante demasiados años. Si antes la violencia ejercida contra los movimientos contestatarios poco más provocaba que miedo y retirada, ahora suscita una franca voluntad de cerrar filas en torno a la contestación. Y se convierte en un interesante estímulo para ésta.