El de ayer fue un día histórico para Bolivia en más de un sentido. Lo que me extrañó fue la falta de cobertura de los medios internacionales, siendo un acontecimiento de tal trascendencia que puede compararse con la independencia nacional.
Miles de personas habían llegado a la Plaza Murillo de La Paz después de una agotadora marcha de unos 300 km desde Caracollo, en Oruro.
Caracollo es un villorio en medio del altiplano. Además, es una especie de punto de confluencia donde se encuentran los viajeros que llegan tanto desde el Oriente como los del Sur y Suroeste. Una semana atrás, era el punto de confluencia de la esperanza de millones de indígenas y campesinos. Esperanza en un futuro mejor, igualitario y justo. Esperanza en el final de la discriminación y el maltrato. Esperanza en sí mismos.
Aunque alguna gente todavía no se resigna a dejar en manos de ellos el manejo del país y los llaman hordas, hatos y otros calificativos semejantes y muy denigrantes, ellos caminaron llevando sus aguayos y su dignidad para llegar hasta el Congreso y exigir una Ley que les permitiera votar la nueva Constitución Política del Estado. La misma que en su preámbulo "deja atrás el Estado colonial, republicano y neoliberal y construye colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario" y que le causa náuseas a más de uno.
El sentido común de los políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, dio paso a la promulgación de Ley y la fiesta se desató en la Plaza. Los observadores internacionales, acomodados en uno de los balcones de Palacio, lloraban emocionados al ver materializarse el sueño de los desangelados. Evo y Álvaro García Linera entrecortaban sus discursos por la emoción. Bailando con las cholitas y fundido en un mismo abrazo con los campesinos, me doy cuenta que a pesar de ser casi un extraño, estamos cerca, tan cerca como pueden estar dos seres humanos que nacieron y morirán de la misma manera: solos y bajo el mismo cielo. Pablo López Waisman. La Paz, octubre 2008
Miles de personas habían llegado a la Plaza Murillo de La Paz después de una agotadora marcha de unos 300 km desde Caracollo, en Oruro.
Caracollo es un villorio en medio del altiplano. Además, es una especie de punto de confluencia donde se encuentran los viajeros que llegan tanto desde el Oriente como los del Sur y Suroeste. Una semana atrás, era el punto de confluencia de la esperanza de millones de indígenas y campesinos. Esperanza en un futuro mejor, igualitario y justo. Esperanza en el final de la discriminación y el maltrato. Esperanza en sí mismos.
Aunque alguna gente todavía no se resigna a dejar en manos de ellos el manejo del país y los llaman hordas, hatos y otros calificativos semejantes y muy denigrantes, ellos caminaron llevando sus aguayos y su dignidad para llegar hasta el Congreso y exigir una Ley que les permitiera votar la nueva Constitución Política del Estado. La misma que en su preámbulo "deja atrás el Estado colonial, republicano y neoliberal y construye colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario" y que le causa náuseas a más de uno.
El sentido común de los políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, dio paso a la promulgación de Ley y la fiesta se desató en la Plaza. Los observadores internacionales, acomodados en uno de los balcones de Palacio, lloraban emocionados al ver materializarse el sueño de los desangelados. Evo y Álvaro García Linera entrecortaban sus discursos por la emoción. Bailando con las cholitas y fundido en un mismo abrazo con los campesinos, me doy cuenta que a pesar de ser casi un extraño, estamos cerca, tan cerca como pueden estar dos seres humanos que nacieron y morirán de la misma manera: solos y bajo el mismo cielo. Pablo López Waisman. La Paz, octubre 2008
1 comentario:
Veo esto unos años después de escrito. Es un hermoso texto, Pablópez. Espero que estés teniendo una linda vida.
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