domingo, 7 de noviembre de 2010

Obama torpedeado por la derecha; por Roberto Montoya


Tras la autocrítica presidencial por la paliza electoral, el nuevo líder republicano en la Cámara de Representantes, John Boeghner, advirtió que condicionará la agenda y el rumbo del gobierno en los próximos dos años.

Sólo han pasado 18 meses desde la llegada de Barack Obama al poder y el 52% de votos que lo aupó a la Casa Blanca parece haber desaparecido. Los estadounidenses lo castigaron en las urnas en la primera oportunidad que tuvieron, en las elecciones legislativas de medio mandato que tuvieron lugar el martes pasado.
El Partido Demócrata perdió 60 escaños en la Cámara de Representantes, quedando en minoría, y aunque logró mantener su mayoría en el Senado sólo por la mínima, ha perdido también allí seis escaños, además de diez gobernaciones. Es la derrota más grave sufrida por un presidente en toda la historia de Estados Unidos, sólo comparable con la que sufrió otro demócrata, Bill Clinton, en 1994.
Desde 1928 los republicanos no habían conseguido una victoria semejante en este tipo de elecciones.
“Esta paliza me deja claro lo importante que es para un presidente salir de la burbuja de la Casa Blanca”, dijo Barack Obama. “Como presidente, acepto la responsabilidad”, añadió. Si resulta extraño escuchar a un jefe de Estado reconocer sus errores de una manera tan rotunda, más aún es que haya hecho su mea culpa cuando todavía no había terminado siquiera la votación en gran parte de los comicios electorales. Y fue lo que hizo Barack Obama, para asombro de los periodistas que fueron convocados mucho antes de lo que pensaban a su conferencia de prensa.
Tal como se preveía, el opositor Partido Republicano asestó un duro golpe al Gobierno Obama y amenaza ahora con utilizar su amplia mayoría en la Cámara de Representantes para echar por tierra algunas de las reformas estrellas de Obama, entre las cuales está la reforma sanitaria. Los congresistas están exultantes por poder boicotear desde sus escaños cuanta iniciativa intente llevar adelante el presidente, tanto en temas nacionales como internacionales.
El nuevo presidente de la Cámara de Representantes, John Boeghner, ya ha calificado de “monstruosa” la reforma sanitaria recientemente aprobada, asegurando que “se cambiará de rumbo”. Un cambio que podría afectar también a la lucha contra el cambio climático, a los intentos de Obama por cerrar la prisión de Guantánamo, a los planes de desarme nuclear con Rusia, a la política hacia Irán u otras acciones clave proyectadas por la actual Administración. El hecho de no haber logrado la mayoría en el Senado dificultará por ahora que la ofensiva republicana pueda ser completa, ya que sus propuestas o un eventual impeachment al presidente, requieren del visto bueno de la Cámara alta.
La agresiva campaña del Partido Republicano y especialmente de su creciente corriente ultramontana, la del Tea Party, ha dado sus resultados. Al menos 16 de los congresistas republicanos ahora elegidos, al igual que seis senadores y seis gobernadores, eran candidatos propuestos por el Tea Party liderado por Sarah Palin.
A la crisis económica que le ha recortado sus márgenes de acción y a la división interna del Partido Demócrata existente desde el inicio del mandato de Obama, debe sumarse otro factor negativo que influyó en su derrota electoral: la decisión del Tribunal Supremo de levantar las limitaciones existentes a las empresas privadas para financiar las campañas de los candidatos. Los poderosos lobbies afectados por algunas de las reformas y proyectos planteados por los demócratas apostaron fuerte en esta ocasión. Y los ciudadanos han demostrado mayoritariamente que no quieren en ningún caso que aumente el papel del Estado y el gasto público en desmedro de los intereses privados.
Parece claro que, a pesar de que es todo el Partido Demócrata el que sale derrotado con este resultado electoral, más derrotada aún queda su corriente más de izquierda, el Progressive Caucuss. Obama, lejos de escuchar sus reclamos para que radicalice sus posiciones y termine con sus ambigüedades, se apoyará previsiblemente más en las líneas moderadas y centristas de su partido, en un intento por conectar con los deseos mostrados por los ciudadanos con sus votos.
No es casual el ramo de olivo que tendió rápidamente Obama al Partido Republicano. “Ningún partido tendrá la capacidad de dictar qué hacer, tenemos que buscar áreas de consenso en los principales desafíos que tiene planteados el país”, dijo Obama, añadiendo: “Estoy ansioso por sentarme con miembros de los dos partidos”.
Esas declaraciones, recibidas por los republicanos como una muestra de la debilidad en la que ha quedado el partido gobernante, van en un sentido antagónico al que hasta ahora postulaba el Progressive Caucus. Para este, el presidente, con su talante extremadamente dialogante con los republicanos, sólo ha conseguido descafeinar las propuestas programáticas demócratas, al punto de desdibujarlas totalmente, sin recibir a cambio absolutamente nada por parte del Partido Republicano. Al contrario, los republicanos se radicalizaron más y más durante este último año y medio, al punto de parir una corriente interna ultraconservadora como el Tea Party.
El milagro Obama ha comenzado a hacer agua mucho antes de lo que el mundo pensaba y las perspectivas de ser reelegido en 2012 se alejan ahora mucho más.

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