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martes, 20 de noviembre de 2012

Un testimonio demorado en una audiencia anticipada da inicio al juicio ESMA, por Andrea Benites-Dumont



A partir del 28 de noviembre se iniciará uno de los juicios más importantes habidos  en la Argentina, 68 represores imputados, más de 800 testigos y cerca de 780 casos,  pero el día 5 de noviembre, Blanca García Alonso, Betty, apoyada en su bastón y en su dignidad, abrió el juicio.

Los abogados de los represores repetían el libreto ignominioso de pedir la nulidad de las actuaciones e iniciaban la jornada  con todos los obstáculos tan impertinentes  como necios.  Durante toda la audiencia, los defensores de los inculpados se reían, gesticulaban y comentaban ostentosamente las respuestas de la presidenta del tribunal, de la fiscalía, y por supuesto de Betty.

Betty fue secuestrada  el  11 de marzo de 1979, separada de su hijito de 9 meses,  llevada al centro clandestino de detención,  donde fue torturada desde el primer momento en que pisó las inolvidables escaleras desde las que fue arrojada hasta los subsuelos del horror. Fue golpeada, quemada, torturada con corriente eléctrica. Querían información sobre la comisión de familiares a la que Betty acudía porque su esposo había sido secuestrado unos meses antes, Alejandro Firpo, a quién volvió  a ver en la ESMA, con grilletes y  en muy mal estado.

Betty sufrió incontables violaciones por parte de los represores;  ir al baño era equivalente a violación, por lo que las mujeres resolvieron no ir más, su  dignidad estaba en mantenerse limpiamente sucias. En este tramo del juicio de ESMA se ha denunciado por primera vez la sistematización de los delitos sexuales en las torturas infringidas a las mujeres.

Betty soportó todo el abanico de humillaciones a que eran sometidos los prisioneros con el intento de anularles la voluntad, arrebatarles principios, sentimientos, integridad...

Después de meses de ser torturada en el sótano, la subieron a “Capucha”, donde no cesaron ni las golpizas ni las vejaciones. Posteriormente,  fue bajada al comedor y obligada a permanecer sentada. “Allí soporté  el peor de los tormentos:   escuchar  permanentemente las torturas  de las personas, ya que solamente me separaba un tabique de la sala de torturas”.

Todos los momentos transitados por Betty fueron en el filo del sufrimiento y del espanto. En una oportunidad le fueron entregados cuatro chicos que no superaban ninguno de ellos los cuatro años, por los gritos y la violencia desplegada, Betty, atinó a sacarle los zapatos a una de las nenas  y esconderlos  con ella bajo la mesa. Puso su cuerpo, protegiéndolos como hacen las madres, sin embargo vinieron los guardias y se los arrebataron; nunca supo cómo se llamaban, pero jamás se olvidó de ninguno de ellos: no pudieron arrebatárselos del todo.

Otra escena tan dolorosa como dantesca que Betty denunció,  cuando  fue obligada a vestirse como una mujer policía para sacarle el bebé a una compañera. La tomó en sus brazos tratando de enviar algún tipo de señal o mensaje a la madre para hacerle saber que ella era otra  víctima más, forzada en ese plan terrorífico de destruir. Cuidó a la nena con doble esmero de madre, tanto que cuando el oficial al mando vino a sacársela para maltratarla, Betty se resistió como una leona, poniendo otra vez el cuerpo, poniendo otra vez la vida.

En el momento que la Comisión de Derechos Humanos de la OEA llega a Argentina, varios prisioneros de la ESMA, fueron trasladados a una isla; a  Betty le fue impuesta la  coordinación de la cocina, debiendo preparar la comida para todos los que allí estaban. En este punto, la voz se le caía en el vacio del recuerdo de los compañeros que no fueron, ya que todos lo sabían pero no lo mencionaban ni siquiera en el silencio, los demás habían sido  objeto de traslado, una nueva figura que hubo que incorporar desde el inicio del genocidio: traslado era sinónimo de asesinato.

Sin precisar el tiempo, ya que son otras las dimensiones que deben manejarse en estas situaciones, Betty fue llevada a ver a su hijito de meses, custodiada permanentemente por oficiales, suboficiales o guardias.  Transcurrido el tiempo que los represores evaluaban que los prisioneros estaban en una fase de recuperación aceptable, pasaban a tener otro tipo de lazo de igual sometimiento, ya que seguían bajo el control y dominación de los represores.  Así Betty estuvo en limbo de secuestro durante varios meses. La ESMA se instalaba en las casas que Betty iba a vivir,  ya que controlaban cada movimiento  y debía informar de cualquier paso a dar.

En este período es llevada junto a otros compañeros a una quinta, una simulación dantesca  de un acontecimiento normal, un grupo de personas reunido para comer un asado,  pero que encubría unas cadenas tan invisibles como insoportables.: “Nos querían anular las emociones, estaban pendientes de nuestras actitudes y nuestros sentimientos, si nos daban por no recuperados, seríamos trasladados”. En este lugar ocurrió un hecho que Betty recordó con especial emoción. Un nene se cayó en una pileta,  los marinos no hacían nada, expectantes a la reacción de alguien, en la tensión sólo se escuchaba el pataleo del nene en el agua. Betty atinó a tapar los ojos a su hijo, y un compañero  -otro que puso el cuerpo-  se tiró a salvarlo, sabiendo que podría ser el pasaje a un vuelo de la muerte, pero que aún con esa posibilidad, era un pasaje de ida y vuelta para todos los hijos de la vida.

Durante toda la audiencia, Betty fue fijando los recuerdos que le llegaban hilvanados desde el espacio protegido en todos estos años de memoria; trajo los nombres de los compañeros con los que compartió cautiverio: la familia Villaflor, Cachito Fukman, Teresa y Pablo,  Laura, Víctor Basterra, Carlos Lordkipandise, Ramón Ardetti, Mariana Wolfson, Tachito, Mario Villani, Guillermo el arquitecto, Roberto Barreiro, Rosa Paredes, Osvaldo el abogado,  Thelma Jara de Cabezas…

Y enumeró describiendo a los represores y torturadores: el gordo Daniel, Tomás, Abdala, Marcelo – Ricardo Cavallo-, Juan Palanca, Jerónimo, Giba, Díaz Smith…

Respondió a las preguntas de la Fiscalía, a las de los miembros del Tribunal, a las de los otros querellantes… pero cuando los abogados de los represores que se escondían en la no credibilidad de los dichos,  buscaron en forma inquisitorial, hacerla entrar en contradicciones, a pesar del cansancio y de la conmoción de volver a revivir cada uno de los segundos padecidos, Betty se erguió sobre su maltrecha espalda, vigorizó su voz y no renegó de su militancia montonera ni de Eva Perón, que para la identidad de Betty, son elementos constitutivos de vida. Tanto es así que restó la importancia de las secuelas de las torturas en su espalda y en su pierna.

Cavallo no se despegó de la pantalla de la computadora último modelo.

Betty no se despegó de los abrazos de los compañeros que la aplaudían al salir, sin dejar de agradecer a nadie la presencia,  la cercanía, y  la perseverancia de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos. Betty ya había recuperado la sonrisa.

jueves, 21 de julio de 2011

Hebe y una forma de derrota, por Luis Mattini

Cuando el poder expresado en las FF.AA en 1976 logró aislarnos en política, nos infligió durísimos golpes, dispersó nuestras fuerzas de tal modo que nunca pudimos recuperarnos, hablamos primero de derrota “táctica”, de perder batallas pero no la guerra, hasta que finalmente tuvimos que reconocer que habían logrado derrotar nuestro proyecto revolucionario. El país se orientaba hacia rumbos distintos y, agotada la dictadura, se dirigió hacia el Estado de Derecho actual en donde el discurso sobre los derechos humanos, derechos elementales, si lo hay, ocupó el lugar de nuestro proyecto libertario.

Y es obvio que en ese proceso sufrimos mucho. Sufrimos físicamente la brutalidad de la represión, pero también experimentamos el abatimiento por su resultado. La destrucción del proyecto nos provocó bronca, odio, rencor, sentimientos difíciles de soportar pero superables, asimilables y de tanto en tanto podemos recuperarnos de los mismos, porque son provocados desde afuera, desde el enemigo, porque se expresan con el cuerpo pero son exteriores a él. Son las expresiones mas tajantes del ser humano para los demás, hacia afuera. En cambio el dolor es interno, es del cuerpo, viene desde adentro, es del hombre para sí mismo. Cuando aparece el dolor, el cuerpo se lastima adentro y eso no sólo es insoportable sino insuperable y mucho menos asimilable. Esta condición casi siempre amenaza los sueños, entonces aparece la derrota.

A algunos no lograron derrotarnos los sueños y entonces, aún podemos reconocer las derrotas sin sentirnos derrotados, pero el dolor carcome el interior buscando la salida mientras tanto…

Y eso es precisamente lo que siento con mucha fuerza al ver las imágenes de Hebe de hoy. La realidad de Hebe que nos conmueve hoy no es un accidente sino la erupción resultante de un largo proceso de deterioro de esa Asociación Madres de Plaza de Mayo, su universidad y algunos otros organismos de Derechos Humanos. Y el dolor es grande porque no puedo olvidar que cada madre hace lo que puede, hizo lo que pudo frente al asesinato o desaparición de su hijo, incluso hizo mucho más de lo que pudo. Muchas se animaron a pelear contra todo por la desaparición de sus hijos que dejaron la vida luchando por un mundo mejor para todos. Quizás sea necesario aclarar que esto lo escribo con todo respeto porque no me olvido que estamos hablando de mujeres no preparadas para una acción autónoma, sino más bien criadas para caminar un paso detrás de su marido, criar hijos y cuidar el hogar.

El deterioro empezó hace muchos años, cuando Madres de Plaza de Mayo se dividió, entre otras cosas por el absolutismo de Hebe, quien en nombre del derecho abstracto les negaba a otras madres el derecho concreto, incluso el deseo, de buscar los restos de sus hijos. También habrá de convenirse que el amparo, y las responsabilidades asignadas a Schoklender constituyeron una extraña decisión que no hizo más que oscurecer a la Institución que conduce Hebe. Las arbitrarias, prepotentes y a veces ilegales gestiones de ese sujeto, despidos, ruptura de contratos, maltratos, etc eran voz populi y es difícil imaginar que Hebe las ignorase.

Sin embargo, el deterioro de la imagen de Hebe se hizo evidente cuando se presentó en la Casa Rosada durante en el absurdo gobierno de Rodríguez Saa y se puso a sus órdenes. Mucha gente sufrió el dolor hasta las tripas, sintiendo que la sangre derramada era negociada y entonces comenzó la pérdida de la confianza y la fe en Su Asociación, Su Universidad, y Su Sergio recuperado

¿Por qué Hebe? Está claro que nadie le puede quitar los méritos pasados y justo por eso aparece el dolor. También es cierto que oportunistas de toda laya la han rodeado, halagado y utilizado para usufructo propio en diferentes oportunidades. Cierta parte de la izquierda tradicional para lavar sus culpas, políticos en busca de credibilidad y para tener más votos a su favor, y una gran cantidad de gente que simplemente resolvió su problema laboral. Schoklender es la parte visible y más aguda de un variado y extenso negocio, administrado bajo la crudas reglas capitalistas de patrón-empleado, que dejó muchos heridos por el camino. Esa gente, la que se vio beneficiada directamente con el negocio, es responsable de que Hebe sea una alegoría intocable olvidando que el símbolo son los pañuelos y no las personas.

¿Qué pasó y que pasa con Hebe? ¿Cómo es posible que sea parte de ese deterioro? Recuerdo que cuando China rompió con la URSS y por lo tanto empezó a ser hostil con Cuba, a Fidel le preguntaron qué opinaba de Mao Tse Tung, quien había sido el gran timonel de la Revolución China; y Fidel dijo: “Ud sabe que la astronomía ha demostrado que hubo brillantes estrellas que se apagaron. Pues eso pasó con Mao, es una estrella que se apagó” Me pregunto si no será aplicable esta metáfora al caso de Hebe. Si es así, si es una estrella que se apagó, es posible pensar que podría recuperar la luz si se quitara el pañuelo, y dejara a otras madres “el símbolo” y se dedicada a lo que quiera como cualquier ciudadano que habita este suelo.

Y en tal sentido Hebe goza de los mismos derechos que cualquiera de nosotros, el derecho a tener ideas propias y a cambiar de ideas. Por eso es que si ella ha decidido apoyar el llamado ”modelo” actual, este supuesto post neo liberalismo que claramente consiste en una base productiva agro-industrial dictada, no por los EE.UU, sino por el Imperio, es decir el capital mundial, del cual la burguesía argentina es parte y el gobierno de los Estados Unidos, su policía. Este modelo que en lo interno incluye una política contenedora de desbordes sociales mediante subsidios a los sectores expulsados del campo y marginados por el sistema productivo, si ella ha decidido apoyar este modelo, está en su derecho. Porque puede ser que ella crea sinceramente, como tantos otros setentistas, que por ahí pasa el progreso actual. No sabemos tampoco qué pensarían sus hijos marxistas leninistas si vivieran, quizás también apoyarían, pero sí sabemos exactamente qué pensaban ellos en su tiempo, que fue también mi tiempo. Pero entonces le pido que deje el pañuelo para las madres que continúan su labor fieles a los ideales de sus hijos

Por otro lado cabe tener en cuenta que Hebe no es la única responsable de todo ese deterioro, de toda esa manipulación de la historia reciente que afecta a varios organismos de Derechos Humanos, pero ocurre que el culto a la figura de Hebe, como todo culto a la personalidad, impide razonar, fomenta el maniqueísmo, e imposibilita cualquier movimiento de rectificación.

Por eso es también necesario, imprescindible, sacar a Hebe del lugar de víctima en el que la pone esta pacata izquierda estalinista o nacional y popular, sociedad ultra machista con discurso seudo feminista. Esos que dicen: “Pobre Hebe la cagaron. O los que dicen “La culpa la tiene Cristina que le dio poder a una mujer que no estaba preparada”, en ambas lecturas la víctima es la misma: Hebe. Cualquier persona pensante, cualquier militante experimentado sabe que cuando aparece la víctima, se detiene el pensamiento. Sabe que ese fue un recurso muy usado dentro de las disputas internas marcadas por el estalinismo; recurso que supone que el cerebro de la victima está más autorizado o piensa cosas más inteligentes que los demás. Por lo tanto se sabe que fabricar víctimas es una burda triquiñuela operativa, a veces inconsciente, pero triquiñuela al fin. Hebe no es víctima, nunca lo fue, como no lo fuimos ninguno de los setentistas que nos jugamos en un proyecto revolucionario sabiendo los riesgos que corríamos. Y precisamente por eso Hebe fue quien fue, por eso fue estrella

Finalmente, si los ideales de los setentas siguen malversados por quienes creen que este modelo productivo imperial, sojero-automotor que incluye como componente una cuota de necesaria corrupción, es la consumación de esos ideales; entonces si será la derrota. Porque si la corrupción señorea aquí, en el corazón del discurso de los derechos humanos, nos habrán robado los sueños y, como se dijo, la derrota de los sueños es el triunfo final del enemigo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Ochenta años de avances de la democracia estadounidense: De la silla eléctrica para anarquistas al asesinato selectivo de islamistas


por Agustín Velloso en Tlaxcala*

Hay gente que cree que el sistema político de Estados Unidos, como el económico, no ha hecho sino progresar con el paso del tiempo. Este país es considerado por otros el más rico y el más democrático. El mejor indicador de lo primero es que otros reconocen su primacía, buscan ser socios suyos y están dispuestos a hacer lo que les pida.

Su mayor éxito es haber conseguido que la gente piense que es el faro de las democracias mundiales. Tanto es así que además de ejercer una enorme influencia económica, se considera el campeón de la libertad y el garante de los derechos humanos en la tierra. Este engreimiento de una nación entera lleva a que sus gobernantes designen buenos y malos por doquier y a continuación lancen cruzadas y guerras sin fin contra éstos.

En la fecha de hoy se recuerda a los activistas anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, emigrantes italianos en Estados Unidos, ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927 tras un juicio farsa en el que fueron acusados y sentenciados por el asesinato de un pagador y un vigilante que no cometieron.

Cincuenta años después, en 1977, las autoridades revisaron el caso, concluyeron que hubo errores en el proceso y reconocieron que los ejecutados no tuvieron un juicio justo. Todo esto fue un nuevo teatro, no sólo por la tardanza y por considerar fallos lo que fue una persecución orquestada para acabar de forma ejemplarizante con la vida de dos activistas, sino porque hoy, pasados treinta años de ese reconocimiento oficial, los nuevos dirigentes del país han instaurado un sistema por el que ya no tienen que pedir perdón por crímenes similares que se están cometiendo en nombre de la democracia estadounidense.

El historiador Howard Zinn (http://howardzinn.org/), que ha reflexionado sobre este suceso y otros similares con mayor número de víctimas acontecidos en la historia de Estados Unidos, presenta a unos dirigentes sin piedad que llevan a cabo sus planes en beneficio propio y de los grandes capitalistas, en el nombre de altos ideales pero a costa de trabajadores, grupos étnicos y sociales minoritarios, opositores al gobierno y otras víctimas del sistema:

“El caso de Sacco y Vanzetti reveló, en sus condiciones más severas que las palabras nobles que se inscribieron sobre nuestros palacios de justicia, ‘Justicia Igual ante la Ley’, siempre han sido una mentira. Esos dos hombres, el vendedor ambulante de pescado y el zapatero, no podrían conseguir justicia en el sistema americano, porque la justicia no mide igual a pobres y a ricos, a nacionales o a extranjeros, al ortodoxo y al radical, al blanco y la persona de color. Y mientras la injusticia se da más sutilmente y de maneras más intrincadas hoy que en las circunstancias crudas de Sacco y Vanzetti, la esencia se mantiene igual.” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=55254)

Es imposible no estar de acuerdo con Zinn. Él mismo recuerda un caso anterior que también se considera un hito de la injusticia: “¿Ha habido justicia en el sistema americano para los pobres, la persona de color, el radical? Cuando se sentenció a muerte a los ocho anarquistas de Chicago después de los altercados de Haymarket de 1886, no era porque había alguna prueba de la conexión entre ellos y la bomba arrojada en medio de la policía; no había ninguna evidencia. Era porque ellos eran líderes del movimiento anarquista en Chicago.”

Zinn, recientemente fallecido, mantendría hoy la misma valoración, ya que cien años después el periodista Mumia Abu-Jamal, dedicado a mostrar al público la violencia policial contra los grupos sociales minoritarios, fue sentenciado en 1982 a la pena capital, castigo que recurre desde el corredor de la muerte.

Afortunadamente para él, han aparecido a tiempo pruebas de su inocencia en el caso del homicidio de un policía en el que se le ha involucrado. Sin embargo, esta tregua no le ha evitado pasar encerrado 23 horas al día en una celda durante estos 28 años transcurridos, sin autorización para recibir visitas de sus familiares y con su correo personal ilegalmente abierto por las autoridades de la prisión. (Su caso en http://www.freemumia.org/)

Con la legislación antiterrorista y de seguridad nacional (Ley Patriota) en vigor por una parte y un ambiente social convenientemente manipulado a través del miedo a supuestos ataques terroristas por otro, los juicios farsa pasan a ser parte de un sistema judicial aún más viciado que anteriormente, así que los detenidos, condenados y ejecutados de hoy difícilmente pueden esperar justicia en esta vida y rectificación de errores en la futura.

Dos cuestiones llaman la atención al observar esta tendencia. Su relación con otras injusticias cometidas por Estados Unidos más allá de sus fronteras, así como la aceptación de aquellas y su efecto multiplicador en otros países.

Los vuelos secretos de secuestrados, las cárceles extraterritoriales, las torturas a prisioneros asesoradas por médicos y psicólogos, la detención durante años sin juicio y si éste llega, las sentencias con pruebas inválidas, las ejecuciones extra-judiciales y otros avances aportados por la democracia estadounidense al progreso de la humanidad, harían que Sacco y Vanzetti se sintieran afortunados de haber sufrido un calvario menor comparado con el de sus camaradas de lucha en la actualidad.

Al tiempo que se incrementa el control y la represión contra los que desafían al sistema dentro de las fronteras, se castiga sin restricciones de ninguna clase a los que se señala como enemigos de Estados Unidos. Para esto cambian la toga de jueces rectos por el uniforme de intervencionistas humanitarios y atacan a sus enemigos hasta aniquilarlos, daños colaterales –niños incluidos- al margen. En la jerga imperialista esto se denomina “devolverlos a la edad de piedra”, se supone que por comparación con la edad civilizada de los atacantes.

Lógicamente todo esto se hace en contra del sentido común, la moral e incluso la ley internacional; por eso se retuerce ésta hasta que diga lo que no dice, se adornan horrendas acciones con bellas palabras y semiente una y otra vez hasta que no queda nadie vivo ni valiente –o loco- para oponerse.

Los muertos, las violaciones de todo tipo y las mentiras son detalles menores a los ojos de los dirigentes de otros países, entre los que sobresalen los del nuestro, que se sienten tan identificados con esta nueva era de esplendor del derecho, que han colaborado en el éxito mundial del modelo democrático estadounidense.

Cuando no salen -o hacen escalas- esos vuelos desde nuestros aeropuertos, se envían soldados a colaborar en la guerra contra el terror en Afganistán y otros países; cuando no se acepta a excarcelados de Guantánamo, que permanecen aquí sin conseguir justicia ni reparaciones, sino en un limbo legal contrario a sus derechos humanos, se envía a agentes de los servicios de inteligencia a conferenciar, cooperar y estudiar con sus colegas al otro lado del Atlántico; cuando el presidente del gobierno no celebra entusiasmado el último premio Nobel de la paz regalado al Atila del siglo XXI (al parecer destacó el "interés altamente estratégico" del premio y dijo que los objetivos de Obama "son positivos para el mundo entero"), se pone a pergeñar una alianza de civilizaciones que no ha salvado la vida de un solo niño afgano, pero que le ha conseguido una foto más con el anticristo de la diplomacia mundial, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon.

A la vista de lo que ocurre hoy se ve que la crueldad y el absurdo van en aumento desde los tiempos de Sacco y Vanzetti.

Zinn explica la situación de aquél momento:

“un tipógrafo llamado Andrea Salcedo que vivía en Nueva York fue secuestrado por los miembros del FBI (uso la palabra "secuestrado" para describir la detención ilegal de una persona), y retenido en la planta 14 de las oficinas del FBI del Edificio de Park Row. No le permitieron llamar a su familia, amigos, o a un abogado, y fue interrogado y agredido, según un prisionero compañero. Durante la octava semana de su encarcelamiento, el 3 de mayo de 1920, el cuerpo de Salcedo fue encontrado en el pavimento cerca del Edificio de Park Row y el FBI anunció que él se había suicidado saltando de la ventana de la habitación en que estaba custodiado. Fue dos días antes del arresto de Sacco y Vanzetti.”

Y relata la respuesta popular ante los dos asesinatos que estaban por venir:

“Miles se manifestaron, marcharon, protestaron, no sólo en Nueva York, Boston, Chicago, San Francisco, sino también en Londres, París, Buenos Aires o África del Sur. No era bastante. En la noche de su ejecución, miles se manifestaron en Charlestown, pero fueron mantenidos lejos de la prisión por una multitud de policía. Se arrestaron a los manifestantes. Había ametralladoras en las azoteas y grandes reflectores barriendo la escena. Una gran muchedumbre se congregó en Union Square el 23 de agosto de 1927. Después de medianoche, las luces de la prisión oscurecieron y los dos hombres fueron electrocutados.”

Así es, la manifestación de protesta de la gente no fue bastante para salvar a los dos anarquistas y lo mismo ha sucedido con los que han muerto desde entonces. Más de ochenta años y millones de crímenes después, salta a la vista por qué Sacco y Vanzetti empezaron a ir armados cuando se enteraron del fin de Salcedo y por qué las manifestaciones y las protestas no pueden contra las ametralladoras.

domingo, 8 de agosto de 2010

A 65 años de los únicos bombardeos nucleares de la historia Hiroshima y Nagasaki, omnipresentes


Hasta el 6 de agosto de 1945, la amenaza nuclear era todavía una abstracción. Después de la devastación provocada en Hiroshima y Nagasaki por la explosión de una bomba de uranio y otra de plutonio respectivamente, esas dos ciudades japonesas pasaron a ser símbolos del horror, de las consecuencias de las verdaderas armas de destrucción masiva. Hoy un puñado de países controla 22.000 cabezas nucleares. Buena parte de ellas están en manos de quien protagonizó ese genocidio nuclear, EEUU, el mismo país que se arroga el derecho de proteger a sus aliados que las tienen y de amenazar a sus enemigos que pretenden tenerlas.

ROBERTO MONTOYA

A las 02.15 horas del 6 de agosto de 1945, los 12 miembros de la tripulación del poderoso bombardero B-29 Enola Gay partían de la isla de Tiniaii, en el Pacífico, a 2.500 kilómetros al sureste de Tokio, en busca de su objetivo. Las opciones eran Nagasaki, Kotura o Hiroshima, y se decidiría en vuelo en función del análisis metereológico que hiciera el avión de relevamiento que había partido tres cuartos de hora antes. Sólo el coronel Paul Tebbits, comandante del Enola Gay, conocía que transportaban una bomba atómica. Se sabían importantes, habían sido elegidos para una misión histórica, ordenada por el propio presidente Harry S.Truman. Este mandatario del Partido Demócrata había sustituido poco antes del ataque en el cargo al fallecido Benjamin Delano Roosevelt.

En su carácter de vicepresidente, había previsto con Roosevelt usar la bomba contra Berlín, pero el derrumbe del nazismo se produjo antes de que pudieran terminarla. Japón sería elegido como objetivo sustituto de Alemania. EEUU sabía que con ello no sólo obligaría a capitular al imperio nipón, sino que lanzaba una clara advertencia a la URSS , cuando ya se avecinaba el reparto de buena parte del mundo entre las dos potencias.
Roosevelt y Truman desoyeron la opinión de científicos como Albert Einstein de que no se utilizara para fabricar la bomba nuclear las investigaciones del Proyecto Manhattan que durante tres años habían realizado en el laboratorio secreto de Los Alamos, en el desierto de Nuevo México.

Y llegó el Día H.
El Enola Gay --el comandante del B-29 grabó el nombre de su madre en el fuselaje—iniciaba su misión llevando en sus entrañas a Little Boy (muchacho), la bomba de 4.000 kilogramos con un núcleo de uranio enriquecido, de tres metros de longitud y 70 centímetros de diámetro. Tibbets repartió en vuelo entre su tripulación las cápsulas de cianuro. Si había algún percance, no podían ser capturados vivos.
En su diario (que en 1971 vendió orgulloso por 37.000 dólares), el copiloto, Robert Lewis, recordaba cuan escuetamente el comandante les anunció finalmente el objetivo en vuelo: “07.24 horas. Tibbets conecta el intercomunicador para hablar con la tripulación. Sólo dice dos palabras: Es Hiroshima; 08.14.El coronel nos ordena que nos coloquemos las gafas especiales Polaroid contra el fogonazo; 08.15, las compuertas del compartimento de bombas del Enola Gay se abrieron y la primera bomba atómica se libera del anclaje». Lewis prosiguió con sus anotaciones: «08.16. A los 43 segundos del lanzamiento y tras casi seis millas de caída, la bomba detonó sobre Hiroshima».
Según Truman, el objetivo fue una base militar japonesa. En realidad, la bomba, amarrada por tres paracaídas especiales, explosionó a 500 metros del suelo, en pleno centro de Hiroshima, una ciudad que tenía 250.000 habitantes.

“Un punto de luz purpúrea se expande hasta convertirse en una enorme y cegadora bola de fuego”, escribió Lewis. “La temperatura del núcleo es de 50 millones de grados. A bordo del avión, nadie dice nada. Casi podía saborear el fulgor de la explosión, tenía el sabor del plomo. La cabina de vuelo se iluminó con una extraña luz. Era como asomarse al infierno. A continuación llegó la onda de choque, una masa de aire tan comprimida que parecía sólido. Cuando la onda de choque alcanzó el avión, Tibbets y yo nos aferramos a los mandos. (…) El hongo alcanza una milla de altura y su base es un caldero burbujeante, un hervidero de llamas. La ciudad debe de estar debajo de eso”. «Sólo fue otro trabajo más”, diría Lewis. “Hicimos de este mundo un lugar más seguro. Desde entonces nadie ha osado lanzar otra bomba atómica. Desearía ser recordado como el hombre que contribuyó a hacerlo posible”.
En Hiroshima las cosas se vivieron de una manera muy distinta. La onda expansiva, con sus 6.000 grados de temperatura, calcinó a más de 70.000 personas de forma inmediata. Los edificios y árboles quedaron carbonizados en 120 kilómetros a la redonda. La lluvia radiactiva despedida por el hongo atómico mató en las horas posteriores a varios miles de personas más, dejando también miles de heridos y mutilados. El uranio enriquecido acababa con los glóbulos blancos. Antes de que finalizara 1945 habían muerto ya 140.000 habitantes de Hiroshima. Con los años decenas de miles de más morirían de cáncer y miles de niños nacerían con graves deformaciones.
Al conocer los resultados de su hazaña, el presidente Truman dijo: “Este es el suceso más grandioso de la historia”.
Tres días después ordenaba repetir la experiencia en Nagasaki. A las 11.02 horas, otro bombardero B-29, el Bockscar, arrojaba sobre esa ciudad una bomba con núcleo de plutonio. Cuarenta mil personas murieron de inmediato. Miles más morirían posteriormente. Miles de niños nacerían con malformaciones.

Los poco más de 200.000 supervientes de esos genocidios, los hibakusha, que sufrieron graves deformaciones, deterioro genético y cáncer, esperan todavía que EEUU se disculpe por ese genocidio. Nunca lo hizo.
Por primera vez, el pasado viernes 6, al celebrarse los actos por el 65º aniversario del ataque contra Hiroshima, asistió un representante norteamericano, el cónsul; y por primera vez también, asistió el secretario general de la ONU.
Esos crímenes de lesa humanidad siguen impunes 65 años después.