Es sabido que ese grupo de intelectuales que se identifican con una carta y que suelen reunirse en la Biblioteca Nacional explican que abandonar la misión de independencia del intelectual para pasar a ser colaboradores del gobierno actual se debe a una inevitable decisión frente a la opción: “O este modelo, o la guerra civil”
¿Guerra civil? ¿Sería posible eso? ¿Es algo que se desprende de nuestra realidad?
Pero yendo al rigor: ¿Qué es una guerra civil? Intentemos responder: más allá de las causas en última instancia económicas de toda guerra, y de las consideraciones teóricas respecto a las cuestiones bélicas, podemos anotar, ciertos rasgos definitorios de una guerra civil, a saber:
1.- Por lo general las guerras de este tipo tienen un fuerte componente ideológico que involucran a toda la población en procura de un sentido social. O sea, suelen tener un fin claro para ambos contendientes. Los franquistas, por ejemplo, me guste a mí, a mi lector o no, daban la vida por Dios y la Gloria de España. Los republicanos por la República, la democracia, la libertad y el socialismo.
2.- Precisamente por eso la guerra civil suele tener un fuerte sentido de clase.
3.- Parodiando a Clausewitz podría decirse que la guerra civil es la forma superior de la lucha de clases, cuando los componentes dejan de ser clase en sí, para pasar a ser clase para sí. Por eso es que quizás los individuos son más sujetos en las guerras civiles que en las otras; sienten que están haciendo historia.
4.- Las guerras civiles suelen ser más cruentas que las guerras nacionales pero ello no significa que todo enfrentamiento muy cruento en un mismo territorio, o nación, sea guerra civil. Con estas premisas provisorias tratemos ahora de ver la realidad actual.
Sobre el punto 1: no es necesario ser académico para ver que estamos viviendo uno de los momentos más desideologizados de la historia moderna, en Argentina y en el mundo. Puntos 2 y 3: el uso y abuso de la expresión clase media, por el conjunto de la población argentina, incluidas las academias, indica que, como pocas veces, hoy en día las clases sociales no superan la conciencia de “clase en sí”.
Ni siquiera la clase dominante, la burguesía, tiene cabal conciencia de “clase para sí”. Sólo ven los negocios.
Por lo tanto es difícil visualizar el sujeto de la guerra civil que tanto temen los intelectuales de “La carta”. Pero ajustando un poco más la mirada: me parece muy claro, para cualquier ciudadano de inteligencia normal, que si no gobernara la señora Presidente Cristina Fernández, podría ser Duhalde, Alfonsín, Binner… o qué sé yo…y en tal caso, y según los casos, habría cosas mejores o peores hechas, un poco más o un poco menos muertos debido a la represión, o a la desnutrición. Asimismo tenemos razones para pensar que en algún caso aumentaría en forma grave la violencia, el matonaje y hasta la acción mafiosa…pero aún así, estaría lejos de ser una guerra civil. Al menos que estos intelectuales de La carta crean que la acción criminal de mafiosos, narcotraficantes y de ciertos propietarios de empresas de transporte automotor, por citar algunas de las calamidades cargadas de violencia, por brutales y horribles que sean, signifique una guerra civil.
No quiero imaginar que se piense que Al Capone fue un líder de derecha en la guerra civil norteamericana. No, en varios textos de esa Biblioteca Nacional que está tan a mano, debe decir que la Guerra Civil Norteamericana, otro modelo universal de guerra civil, ocurrió en el siglo XIX y su resultante fue el fin del sistema de producción basado en la esclavitud, infame sistema de esclavos de origen africano, legalizados por la Constitución democrática de los Padres Fundadores.
La guerra civil fue la instauración definitiva de la sociedad industrial. Pero si buscamos un poco más, y sin quitarle méritos a Abraham Lincoln, veremos que el viejo Marx explicará que semejante derramamiento de sangre, no fue tanto por el ideal humanitario de liberar a los esclavos, como porque el moderno asalariado proletario será infinitamente más productivo que el esclavo y, sobre todo, el único creador de plusvalía, la base del capitalismo.
Por eso creo que algunas de estas personas que utilizan la Biblioteca Nacional como comité, deberían usarla para lo que fue creada, quiero decir consultado su material de lectura y así es posible que se informen sobre qué es una guerra civil y así comprender los rasgos que hacen de un enfrentamiento armado una guerra civil. Porque en esos textos encontrarán que no todo enfrentamiento armado es guerra civil aunque sea dentro de un mismo país.
Y, frente a tan insólita declamación “este modelo o la guerra civil”, da lugar a dudar si están en condiciones de identificar las guerras civiles dignas de ese calificativo a través de la historia, cuyo modelo clásico es la Guerra Civil Española, la ya citada Guerra Civil Norteamericana, La Guerra Civil derivada de la Revolución Mexicana, y no menciono las guerras civiles en Argentina para no desviarme del eje de lo que estamos discutiendo.
De todos modos me apresuro a aclarar que no existe la verdad absoluta, pero se sabe que al menos sobre este tema es tan grande la reflexión histórica que, les aseguro sin conocerla, los anaqueles se la Biblioteca Nacional deben ocupar un enorme espacio sobre ese asunto.
En este punto regresa la imagen “O este modelo o la guerra civil” y entonces debo confesar que cuando escuché esto mis carcajadas llegaban al Congreso de la Nación, porque no pude menos que recordar un chistecito muy conocido que dice así: estaban reunidos los generales de diversos países discutiendo qué soldado era el más valiente y el alemán llamó a su edecán y le dijo “soldado, dé la vida por la Patria” y el chico saco la pistola y se pegó un tiro. Luego el general japonés, para no ser menos, imitó al alemán y el japonesito se hizo el haraquiri. Entonces el general argentino, sintiéndose comprometido, llamó a su edecán, le dio una pistola y dijo: “¡Soldado Rodríguez! ¡Dé la vida por la Patria!”. El colimba Rodríguez, que era santiagueño, lo miró entre sonriente y cómplice le dijo muy cansino “Vaya, vaya…ya está en pedo mi general”
Bueno, acabo de escribir un par de palabras groseras porque el chiste lo amerita, aunque no suelo usar esos vocablos, no por pruritos morales, sino por buen gusto.
Explico entonces que mis carcajadas se debieron a que se me ocurre que hay que estar muy en curda para hablar de riesgo de guerra civil, o bueno, quizás no sea embriaguez de alcohol sino que se “den” con alguna hierba o con hongos alucinógenos.
Bromas aparte, y dejando claro que no me preocupa lo que bebe o fuma la gente, veo que sigue en el aire la definición del concepto de “modelo”- digo en el sentido de entender un modelo ¿de qué? - queda pendiente el “sentido social” imprescindible para hablar de guerra civil.
Pero antes veamos un poco la idea de “modelo”. Esa palabreja se usa metafóricamente para definir lo que podría ser un programa de cualquier tipo, por lo tanto no debería usarse sin el correspondiente adjetivo y jamás olvidar que no es una metáfora digna de sensibles poetas, sino de rudos economistas.
En este caso hablar de modelo productivo; modelo económico-social, modelo cultural, etc.; y distinguir muy bien de lo que puede llamarse estilo o forma de administrar o gobernar ese o cualquier otro modelo.
Entonces veamos: no se puede hablar de “modelo kirchnerista” porque ni Kirchner ni Cristina crearon modelo alguno. Sí puede hablarse de “estilo” kirchnerista, es decir una forma de gobernar propia, peculiar, creada por ellos.
En cambio, el modelo productivo vigente, que consiste en un sistema rural extractivo de recursos naturales y producción agraria no culta, esto significa paradójicamente que es agrario, pero no es agricultura, sino un monumental agronegocio sojero; —repito es agro-negocio, de ninguna manera agri-cultura;— acompañado por producción industrial ligada a esas necesidades y al automotor.
Ese modelo, alejado totalmente de cualquier idea de sustentabilidad, es decir del uso de recursos renovables, fue impuesto por Menem, y continuado casi sin modificaciones por los gobiernos posteriores, incluido el actual. Y, en efecto, el gobierno actual, es la resultante—cuidado, “resultante”, no es lo mismo que “representante”— de las puebladas del 19 y 20 de diciembre, y creó un nuevo estilo de gobernar, sin haber cambiado un ápice el modelo productivo.
O sea el gobierno actual administra el Estado de un país que ya no es de agricultura, sino de agronegocios que produce una masa de dinero quizás solo comparable al un país petrolero. Un sistema productivo tan depredador y tan del presente como el petrolero.
La antigua y odiada oligarquía terrateniente, sin perjuicio del negocio del monopolio ganadero que fue su recurso existencial favorito, siempre tuvo visión de futuro y propició o dejó desarrollar la agricultura de productos diversos. En cambio esta burguesía agraria, los sojeros digo, no produce por medio de la agri-cultura, sino por medio de la agri-extracción, chupando la riqueza de la tierra como si fuera petróleo, carbón u oro.
No es demasiado difícil gobernar el presente de un país así. No se necesita demasiada genialidad mientras se piense, como evidentemente se piensa, en el presente. Porque sobre esa base económica tan rentable, el aspecto social consiste en una política de gigantesca contención por medio de dinero.
Y por ahí pasa la contradicción del gobierno con los agronegociantes. Esa es la famosa burguesía nacional, los agronegociantes, hoy fuertemente ligados al Imperio por la dependencia del mercado internacional; clase dominante nacional como siempre miserable y corta de vista, que no entiende que las cuestionadas “retenciones” son imprescindibles para que ellos sigan haciendo el negocio de la soja, o el de la industria de máquinas agrarias y la flota camionera hacia el puerto, sin masas de campesinos expulsados de sus tierras o simplemente masas de desocupados que reclamen y sin ferrocarriles sociales que les quiten el monopolio.
Por eso es que la afirmación de los intelectuales de La carta: “este modelo o la guerra civil” parecería que quieren decir que si no se administrara así, repartiendo un poco las migajas del gran festín en las clases postergadas, las masas, o sea los campesinos expulsados de sus tierras o los urbanos desocupados, tirarían abajo al gobierno iniciando la guerra civil
¿De verdad creen eso? ¿Qué piensan que ocurriría si gobernara gente que hoy es oposición? Es claro que podríamos convenir que si gobernara Duhalde o Alfonsín, por nombrar a algunos, mantendrían el mismo modelo, pero con diferente “estilo”; la variante podría ser otra forma de manejar el tema de las famosas retenciones.
Pero el Gobierno, de derecha o izquierda, debe contener el descontento producido precisamente por las consecuencias sociales del mentado modelo. Si no lo hace como ahora, mediante dinero en forma de diversos planes, deberá aplicar la represión y eso también cuesta mucho dinero.
Dicho de otro modo: es probable que Duhalde o Alfonsin o los otros, tendrían similar conflicto con los agronegociantes. No quiero pensar que estén temiendo que las masas contenidas por los diversos planes irían a la guerra en caso de que Duhalde, u otro gobernante conservador que ganara las elecciones, corte los subsidios.
En tal caso la primera pregunta seria ¿Y de dónde saldrán los oficiales y los comandantes de la fracción popular en guerra, en semejante despolitización y desideologización como estamos viviendo? Y aquí es donde retornan las carcajadas, porque me vuelve el recuerdo del chistecito, ese con los generales, sólo que lo extiendo a algunos de los ex guerrilleros que canjearon aquellos ideales libertarios de una sociedad sin clases, por los que nos habíamos jugado la vida, por un estruendoso paquete de difusos derechos burgueses llamados grandielocuentemente: humanos:
¿Se imaginan a alguno de ellos, vestido de comandante como el que usan para desfilar por la Avenida de Mayo, firme junto a otro compañero vestido con la camiseta del Che, al que le entrega una Honda y le grita “Compañero combatiente, dé la vida por la Defensa de la Asignación Universal!!!”?
¿Guerra civil? ¿Sería posible eso? ¿Es algo que se desprende de nuestra realidad?
Pero yendo al rigor: ¿Qué es una guerra civil? Intentemos responder: más allá de las causas en última instancia económicas de toda guerra, y de las consideraciones teóricas respecto a las cuestiones bélicas, podemos anotar, ciertos rasgos definitorios de una guerra civil, a saber:
1.- Por lo general las guerras de este tipo tienen un fuerte componente ideológico que involucran a toda la población en procura de un sentido social. O sea, suelen tener un fin claro para ambos contendientes. Los franquistas, por ejemplo, me guste a mí, a mi lector o no, daban la vida por Dios y la Gloria de España. Los republicanos por la República, la democracia, la libertad y el socialismo.
2.- Precisamente por eso la guerra civil suele tener un fuerte sentido de clase.
3.- Parodiando a Clausewitz podría decirse que la guerra civil es la forma superior de la lucha de clases, cuando los componentes dejan de ser clase en sí, para pasar a ser clase para sí. Por eso es que quizás los individuos son más sujetos en las guerras civiles que en las otras; sienten que están haciendo historia.
4.- Las guerras civiles suelen ser más cruentas que las guerras nacionales pero ello no significa que todo enfrentamiento muy cruento en un mismo territorio, o nación, sea guerra civil. Con estas premisas provisorias tratemos ahora de ver la realidad actual.
Sobre el punto 1: no es necesario ser académico para ver que estamos viviendo uno de los momentos más desideologizados de la historia moderna, en Argentina y en el mundo. Puntos 2 y 3: el uso y abuso de la expresión clase media, por el conjunto de la población argentina, incluidas las academias, indica que, como pocas veces, hoy en día las clases sociales no superan la conciencia de “clase en sí”.
Ni siquiera la clase dominante, la burguesía, tiene cabal conciencia de “clase para sí”. Sólo ven los negocios.
Por lo tanto es difícil visualizar el sujeto de la guerra civil que tanto temen los intelectuales de “La carta”. Pero ajustando un poco más la mirada: me parece muy claro, para cualquier ciudadano de inteligencia normal, que si no gobernara la señora Presidente Cristina Fernández, podría ser Duhalde, Alfonsín, Binner… o qué sé yo…y en tal caso, y según los casos, habría cosas mejores o peores hechas, un poco más o un poco menos muertos debido a la represión, o a la desnutrición. Asimismo tenemos razones para pensar que en algún caso aumentaría en forma grave la violencia, el matonaje y hasta la acción mafiosa…pero aún así, estaría lejos de ser una guerra civil. Al menos que estos intelectuales de La carta crean que la acción criminal de mafiosos, narcotraficantes y de ciertos propietarios de empresas de transporte automotor, por citar algunas de las calamidades cargadas de violencia, por brutales y horribles que sean, signifique una guerra civil.
No quiero imaginar que se piense que Al Capone fue un líder de derecha en la guerra civil norteamericana. No, en varios textos de esa Biblioteca Nacional que está tan a mano, debe decir que la Guerra Civil Norteamericana, otro modelo universal de guerra civil, ocurrió en el siglo XIX y su resultante fue el fin del sistema de producción basado en la esclavitud, infame sistema de esclavos de origen africano, legalizados por la Constitución democrática de los Padres Fundadores.
La guerra civil fue la instauración definitiva de la sociedad industrial. Pero si buscamos un poco más, y sin quitarle méritos a Abraham Lincoln, veremos que el viejo Marx explicará que semejante derramamiento de sangre, no fue tanto por el ideal humanitario de liberar a los esclavos, como porque el moderno asalariado proletario será infinitamente más productivo que el esclavo y, sobre todo, el único creador de plusvalía, la base del capitalismo.
Por eso creo que algunas de estas personas que utilizan la Biblioteca Nacional como comité, deberían usarla para lo que fue creada, quiero decir consultado su material de lectura y así es posible que se informen sobre qué es una guerra civil y así comprender los rasgos que hacen de un enfrentamiento armado una guerra civil. Porque en esos textos encontrarán que no todo enfrentamiento armado es guerra civil aunque sea dentro de un mismo país.
Y, frente a tan insólita declamación “este modelo o la guerra civil”, da lugar a dudar si están en condiciones de identificar las guerras civiles dignas de ese calificativo a través de la historia, cuyo modelo clásico es la Guerra Civil Española, la ya citada Guerra Civil Norteamericana, La Guerra Civil derivada de la Revolución Mexicana, y no menciono las guerras civiles en Argentina para no desviarme del eje de lo que estamos discutiendo.
De todos modos me apresuro a aclarar que no existe la verdad absoluta, pero se sabe que al menos sobre este tema es tan grande la reflexión histórica que, les aseguro sin conocerla, los anaqueles se la Biblioteca Nacional deben ocupar un enorme espacio sobre ese asunto.
En este punto regresa la imagen “O este modelo o la guerra civil” y entonces debo confesar que cuando escuché esto mis carcajadas llegaban al Congreso de la Nación, porque no pude menos que recordar un chistecito muy conocido que dice así: estaban reunidos los generales de diversos países discutiendo qué soldado era el más valiente y el alemán llamó a su edecán y le dijo “soldado, dé la vida por la Patria” y el chico saco la pistola y se pegó un tiro. Luego el general japonés, para no ser menos, imitó al alemán y el japonesito se hizo el haraquiri. Entonces el general argentino, sintiéndose comprometido, llamó a su edecán, le dio una pistola y dijo: “¡Soldado Rodríguez! ¡Dé la vida por la Patria!”. El colimba Rodríguez, que era santiagueño, lo miró entre sonriente y cómplice le dijo muy cansino “Vaya, vaya…ya está en pedo mi general”
Bueno, acabo de escribir un par de palabras groseras porque el chiste lo amerita, aunque no suelo usar esos vocablos, no por pruritos morales, sino por buen gusto.
Explico entonces que mis carcajadas se debieron a que se me ocurre que hay que estar muy en curda para hablar de riesgo de guerra civil, o bueno, quizás no sea embriaguez de alcohol sino que se “den” con alguna hierba o con hongos alucinógenos.
Bromas aparte, y dejando claro que no me preocupa lo que bebe o fuma la gente, veo que sigue en el aire la definición del concepto de “modelo”- digo en el sentido de entender un modelo ¿de qué? - queda pendiente el “sentido social” imprescindible para hablar de guerra civil.
Pero antes veamos un poco la idea de “modelo”. Esa palabreja se usa metafóricamente para definir lo que podría ser un programa de cualquier tipo, por lo tanto no debería usarse sin el correspondiente adjetivo y jamás olvidar que no es una metáfora digna de sensibles poetas, sino de rudos economistas.
En este caso hablar de modelo productivo; modelo económico-social, modelo cultural, etc.; y distinguir muy bien de lo que puede llamarse estilo o forma de administrar o gobernar ese o cualquier otro modelo.
Entonces veamos: no se puede hablar de “modelo kirchnerista” porque ni Kirchner ni Cristina crearon modelo alguno. Sí puede hablarse de “estilo” kirchnerista, es decir una forma de gobernar propia, peculiar, creada por ellos.
En cambio, el modelo productivo vigente, que consiste en un sistema rural extractivo de recursos naturales y producción agraria no culta, esto significa paradójicamente que es agrario, pero no es agricultura, sino un monumental agronegocio sojero; —repito es agro-negocio, de ninguna manera agri-cultura;— acompañado por producción industrial ligada a esas necesidades y al automotor.
Ese modelo, alejado totalmente de cualquier idea de sustentabilidad, es decir del uso de recursos renovables, fue impuesto por Menem, y continuado casi sin modificaciones por los gobiernos posteriores, incluido el actual. Y, en efecto, el gobierno actual, es la resultante—cuidado, “resultante”, no es lo mismo que “representante”— de las puebladas del 19 y 20 de diciembre, y creó un nuevo estilo de gobernar, sin haber cambiado un ápice el modelo productivo.
O sea el gobierno actual administra el Estado de un país que ya no es de agricultura, sino de agronegocios que produce una masa de dinero quizás solo comparable al un país petrolero. Un sistema productivo tan depredador y tan del presente como el petrolero.
La antigua y odiada oligarquía terrateniente, sin perjuicio del negocio del monopolio ganadero que fue su recurso existencial favorito, siempre tuvo visión de futuro y propició o dejó desarrollar la agricultura de productos diversos. En cambio esta burguesía agraria, los sojeros digo, no produce por medio de la agri-cultura, sino por medio de la agri-extracción, chupando la riqueza de la tierra como si fuera petróleo, carbón u oro.
No es demasiado difícil gobernar el presente de un país así. No se necesita demasiada genialidad mientras se piense, como evidentemente se piensa, en el presente. Porque sobre esa base económica tan rentable, el aspecto social consiste en una política de gigantesca contención por medio de dinero.
Y por ahí pasa la contradicción del gobierno con los agronegociantes. Esa es la famosa burguesía nacional, los agronegociantes, hoy fuertemente ligados al Imperio por la dependencia del mercado internacional; clase dominante nacional como siempre miserable y corta de vista, que no entiende que las cuestionadas “retenciones” son imprescindibles para que ellos sigan haciendo el negocio de la soja, o el de la industria de máquinas agrarias y la flota camionera hacia el puerto, sin masas de campesinos expulsados de sus tierras o simplemente masas de desocupados que reclamen y sin ferrocarriles sociales que les quiten el monopolio.
Por eso es que la afirmación de los intelectuales de La carta: “este modelo o la guerra civil” parecería que quieren decir que si no se administrara así, repartiendo un poco las migajas del gran festín en las clases postergadas, las masas, o sea los campesinos expulsados de sus tierras o los urbanos desocupados, tirarían abajo al gobierno iniciando la guerra civil
¿De verdad creen eso? ¿Qué piensan que ocurriría si gobernara gente que hoy es oposición? Es claro que podríamos convenir que si gobernara Duhalde o Alfonsín, por nombrar a algunos, mantendrían el mismo modelo, pero con diferente “estilo”; la variante podría ser otra forma de manejar el tema de las famosas retenciones.
Pero el Gobierno, de derecha o izquierda, debe contener el descontento producido precisamente por las consecuencias sociales del mentado modelo. Si no lo hace como ahora, mediante dinero en forma de diversos planes, deberá aplicar la represión y eso también cuesta mucho dinero.
Dicho de otro modo: es probable que Duhalde o Alfonsin o los otros, tendrían similar conflicto con los agronegociantes. No quiero pensar que estén temiendo que las masas contenidas por los diversos planes irían a la guerra en caso de que Duhalde, u otro gobernante conservador que ganara las elecciones, corte los subsidios.
En tal caso la primera pregunta seria ¿Y de dónde saldrán los oficiales y los comandantes de la fracción popular en guerra, en semejante despolitización y desideologización como estamos viviendo? Y aquí es donde retornan las carcajadas, porque me vuelve el recuerdo del chistecito, ese con los generales, sólo que lo extiendo a algunos de los ex guerrilleros que canjearon aquellos ideales libertarios de una sociedad sin clases, por los que nos habíamos jugado la vida, por un estruendoso paquete de difusos derechos burgueses llamados grandielocuentemente: humanos:
¿Se imaginan a alguno de ellos, vestido de comandante como el que usan para desfilar por la Avenida de Mayo, firme junto a otro compañero vestido con la camiseta del Che, al que le entrega una Honda y le grita “Compañero combatiente, dé la vida por la Defensa de la Asignación Universal!!!”?
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