Por Luis Mattini
¿Alguien se acuerda de palabras como desarrollo, subdesarrollo, países en vías de desarrollo? ¿Suena a anacrónico ? ¿No? ¿Es que ya nos habremos desarrollado?
Lo cierto es que el seudo marxismo stalinista engendró la idea que el subdesarrollo era un estadio en el proceso de las naciones postergadas por la dependencia de la naciones precisamente “desarrolladas”, llamadas imperialistas. O sea, el subdesarrollo consistiría en no haber logrado, no haber “llegado”, al desarrollo capitalista pleno. Por lo tanto se trataba de liberase de la dominación imperialista para desarrollarse, tarea ésta cuya misión histórica estaba designada a la supuesta burguesía nacional. Por cierto que, tras el triunfo de la revolución cubana, Fidel Castro fue uno de los que más compró ese discurso y se la pasó 50 años prometiendo el bienestar general cuando Cuba lograra el desarrollo hasta ahora impedido por el bloqueo.
A esta altura podemos recordar que el guevarismo fue, sin dudas, por un lado una forma de rebelión, pero al mismo tiempo un nuevo modo de leer la realidad, que pretendía superar estas incongruencias del llamado socialismo real. Guevara definió en algún momento el subdesarrollo, no como algo que estaba por debajo, como algo insuficiente, como algo a continuar hasta alcanzar, sino como un “desarrollo deformado”. O sea como algo a romper y hacer de otra manera.
Esta modificación en la forma de pensar, que en el Che y quienes le seguimos, tenía la misma importancia que el fusil, y tendría serias consecuencias: la primera fue que la ruptura se imponía a la continuidad. O sea que para Guevara, el socialismo era fundamentalmente una ruptura porque de lo contrario estaría condenado a reproducir las deformaciones del capitalismo. Por eso fue que, siendo Ministro de Industria en Cuba, tuvo su polémica con los soviéticos y las influencias stalinistas internas, sobre la no vigencia de la ley del valor en la sociedad socialista y la supremacía de los incentivos morales sobre los materiales. La mentalidad stalinista derrotó al Che en Cuba y esa fue una de las causas de su marcha.
Los cómodos de siempre, los marxistas de manual soviético, los “realistas” de cada época, algunos nacionales y populares “serios”, mucho han criticado al Che por esta postura “idealista”, “voluntarista”, sin ser capaces de ver la analogía de estos postulados con aquella afirmación de Marx sobre el papel de la filosofía del proletariado alemán que también podría ser tildada de voluntarista. Dicho de otro modo , el Che buscaba en Cuba y América Latina lo que Marx le encargaba al proletariado alemán para Europa y la revolución mundial: pensar más allá de las visiones positivistas, deterministas, pensar la ruptura revolucionaria , base subjetiva sin la cual no habrá socialismo.
Porque el contenido de “desarrollo deformado” no partía de ver el subdesarrollo como algo incompleto por inmaduro, sino especificamente un tipo de desarrollo que se correspondía a los rasgos del capitalismo deformados por intereses de clase y, por lo tanto, el socialismo heredaría esa deformación. Digamos ahora de paso —y no sin una gran amargura—, que la parte lamentable de la historia de cincuenta años de revolución en Cuba le dieron la razón al Che. El hecho que hoy en día el setenta por ciento de las tierras cubanas estén sin cultivar y se importe la mayor parte de los alimentos de los EE.UU, pagados por la “industria del turismo”, es la paradoja más amarga, y no se explica de ninguna manera por el bloqueo, sino por la persistencia de una idea falsa de desarrollo que viene desde la época de las falsas esperanzas en las zafras monumentales. El monocultivo azucarero, reemplazado por el “monoturismo”.
Frente a esa idea del Che, saltaron diversas corrientes de marxistas ortodoxos que se preguntaban si el capitalismo podía tener un desarrollo bien formado.
Sin dudas que hay mucha relatividad en todo esto, pero tampoco caben dudas que hubo desarrollos muchos más armónicos, como los países escandinavos por ejemplo, con al menos ciertos mejores equilibrios sociales, explotación de los máximos recursos agrarios propios, búsqueda de la soberanía alimentaria, plena educación, pleno empleo, buenos sistemas de seguridad social, etc. .
En Argentina en los años sesenta escribía en el diario El Mundo un columnista llamado, si mal no recuerdo, Enrique Silberstein que tenía una columna llamada “Charlas económicas” Era un tipo muy capaz y sus columnas eran verdaderas cátedras con la peculiaridad de poder poner el tema al alcance de todos. En una oportunidad escribió una nota que tituló “El colectivo”, en que demostraba que el colectivo, medio de transporte inventado en Buenos Aires, era el símbolo más elocuente del subdesarrollo. Recordaba la conocida historia del colectivo que nació como alternativa al masivo tranvía, primero como taxis colectivos, en los que se trasladaban los trabajadores de cuello blanco, pagando más caro, pero viajando sentados, cómo fueron creciendo, aumentando el tamaño de los vehículos, regulando recorridos y horarios, hasta llegar se ser los colectivos y transformarse en un servicio público inificiente, injusto, incómodo a pesar de caro, no comparable con los transportes públicos en lo países desarrollados como Francia o Alemania. Mecanismos parecidos ocurrieron en chile con las “liebres” y en México con los “peseros”
Curioso: ha pasado más de medio siglo y hoy la proliferación de las llamadas combis , que actualmente salen desde diversas plazas y esquinas de esta ciudad (Ni siquiera de estaciones terminales) y que van a lugares del cercano interior del gran Buenos Aires tradicionalmente cubierto por los ferrocarriles que hoy son catastróficos, Luján, San Pedro, Lobos, Chascomús, etc, que cuestan mucho más que el boleto del ómnibus o el tren, parecen ser una repetición o un renacimiento de aquella experiencia de los años treinta, la de aquellos taxis tomados en grupos, que terminó creando el colectivo
¿Estaremos frente al renacimiento de un nuevo colectivo?
No lo sé, en todo caso de lo que no cabe dudas es que esta práctica odiosa que privilegia comodidad de transporte público para una parte e la población es, sin duda, como dijo Enrique Silberstein en aquella oportunidad, una evidente señal de subdesarrollo en el sentido Guevarista de la palabra. O sea que quizás estemos frente a un “nuevo” subdesarrollo, que confirmaría lo evidente, que siempre padecimos de un desarrollo deformado.
La Reina Cristina que ha manifestado su admiración por el “desarrollo” de la Villa 31, tiene la palabra.
¿Alguien se acuerda de palabras como desarrollo, subdesarrollo, países en vías de desarrollo? ¿Suena a anacrónico ? ¿No? ¿Es que ya nos habremos desarrollado?
Lo cierto es que el seudo marxismo stalinista engendró la idea que el subdesarrollo era un estadio en el proceso de las naciones postergadas por la dependencia de la naciones precisamente “desarrolladas”, llamadas imperialistas. O sea, el subdesarrollo consistiría en no haber logrado, no haber “llegado”, al desarrollo capitalista pleno. Por lo tanto se trataba de liberase de la dominación imperialista para desarrollarse, tarea ésta cuya misión histórica estaba designada a la supuesta burguesía nacional. Por cierto que, tras el triunfo de la revolución cubana, Fidel Castro fue uno de los que más compró ese discurso y se la pasó 50 años prometiendo el bienestar general cuando Cuba lograra el desarrollo hasta ahora impedido por el bloqueo.
A esta altura podemos recordar que el guevarismo fue, sin dudas, por un lado una forma de rebelión, pero al mismo tiempo un nuevo modo de leer la realidad, que pretendía superar estas incongruencias del llamado socialismo real. Guevara definió en algún momento el subdesarrollo, no como algo que estaba por debajo, como algo insuficiente, como algo a continuar hasta alcanzar, sino como un “desarrollo deformado”. O sea como algo a romper y hacer de otra manera.
Esta modificación en la forma de pensar, que en el Che y quienes le seguimos, tenía la misma importancia que el fusil, y tendría serias consecuencias: la primera fue que la ruptura se imponía a la continuidad. O sea que para Guevara, el socialismo era fundamentalmente una ruptura porque de lo contrario estaría condenado a reproducir las deformaciones del capitalismo. Por eso fue que, siendo Ministro de Industria en Cuba, tuvo su polémica con los soviéticos y las influencias stalinistas internas, sobre la no vigencia de la ley del valor en la sociedad socialista y la supremacía de los incentivos morales sobre los materiales. La mentalidad stalinista derrotó al Che en Cuba y esa fue una de las causas de su marcha.
Los cómodos de siempre, los marxistas de manual soviético, los “realistas” de cada época, algunos nacionales y populares “serios”, mucho han criticado al Che por esta postura “idealista”, “voluntarista”, sin ser capaces de ver la analogía de estos postulados con aquella afirmación de Marx sobre el papel de la filosofía del proletariado alemán que también podría ser tildada de voluntarista. Dicho de otro modo , el Che buscaba en Cuba y América Latina lo que Marx le encargaba al proletariado alemán para Europa y la revolución mundial: pensar más allá de las visiones positivistas, deterministas, pensar la ruptura revolucionaria , base subjetiva sin la cual no habrá socialismo.
Porque el contenido de “desarrollo deformado” no partía de ver el subdesarrollo como algo incompleto por inmaduro, sino especificamente un tipo de desarrollo que se correspondía a los rasgos del capitalismo deformados por intereses de clase y, por lo tanto, el socialismo heredaría esa deformación. Digamos ahora de paso —y no sin una gran amargura—, que la parte lamentable de la historia de cincuenta años de revolución en Cuba le dieron la razón al Che. El hecho que hoy en día el setenta por ciento de las tierras cubanas estén sin cultivar y se importe la mayor parte de los alimentos de los EE.UU, pagados por la “industria del turismo”, es la paradoja más amarga, y no se explica de ninguna manera por el bloqueo, sino por la persistencia de una idea falsa de desarrollo que viene desde la época de las falsas esperanzas en las zafras monumentales. El monocultivo azucarero, reemplazado por el “monoturismo”.
Frente a esa idea del Che, saltaron diversas corrientes de marxistas ortodoxos que se preguntaban si el capitalismo podía tener un desarrollo bien formado.
Sin dudas que hay mucha relatividad en todo esto, pero tampoco caben dudas que hubo desarrollos muchos más armónicos, como los países escandinavos por ejemplo, con al menos ciertos mejores equilibrios sociales, explotación de los máximos recursos agrarios propios, búsqueda de la soberanía alimentaria, plena educación, pleno empleo, buenos sistemas de seguridad social, etc. .
En Argentina en los años sesenta escribía en el diario El Mundo un columnista llamado, si mal no recuerdo, Enrique Silberstein que tenía una columna llamada “Charlas económicas” Era un tipo muy capaz y sus columnas eran verdaderas cátedras con la peculiaridad de poder poner el tema al alcance de todos. En una oportunidad escribió una nota que tituló “El colectivo”, en que demostraba que el colectivo, medio de transporte inventado en Buenos Aires, era el símbolo más elocuente del subdesarrollo. Recordaba la conocida historia del colectivo que nació como alternativa al masivo tranvía, primero como taxis colectivos, en los que se trasladaban los trabajadores de cuello blanco, pagando más caro, pero viajando sentados, cómo fueron creciendo, aumentando el tamaño de los vehículos, regulando recorridos y horarios, hasta llegar se ser los colectivos y transformarse en un servicio público inificiente, injusto, incómodo a pesar de caro, no comparable con los transportes públicos en lo países desarrollados como Francia o Alemania. Mecanismos parecidos ocurrieron en chile con las “liebres” y en México con los “peseros”
Curioso: ha pasado más de medio siglo y hoy la proliferación de las llamadas combis , que actualmente salen desde diversas plazas y esquinas de esta ciudad (Ni siquiera de estaciones terminales) y que van a lugares del cercano interior del gran Buenos Aires tradicionalmente cubierto por los ferrocarriles que hoy son catastróficos, Luján, San Pedro, Lobos, Chascomús, etc, que cuestan mucho más que el boleto del ómnibus o el tren, parecen ser una repetición o un renacimiento de aquella experiencia de los años treinta, la de aquellos taxis tomados en grupos, que terminó creando el colectivo
¿Estaremos frente al renacimiento de un nuevo colectivo?
No lo sé, en todo caso de lo que no cabe dudas es que esta práctica odiosa que privilegia comodidad de transporte público para una parte e la población es, sin duda, como dijo Enrique Silberstein en aquella oportunidad, una evidente señal de subdesarrollo en el sentido Guevarista de la palabra. O sea que quizás estemos frente a un “nuevo” subdesarrollo, que confirmaría lo evidente, que siempre padecimos de un desarrollo deformado.
La Reina Cristina que ha manifestado su admiración por el “desarrollo” de la Villa 31, tiene la palabra.
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